miércoles, 20 de octubre de 2010

La Patria entera en un canto

Por Miguel Terry Valdespino

La Patria, como la identidad, no es un decreto, sino un sentimiento, que nace y se mantiene vivo cuando sus hombres y mujeres la entienden, la respetan y están dispuestos a salvarla bajo cualquier huracán político.
De eso se trata la Patria, un concepto que nadie puede definir a derechas, porque es la suma de millones de partículas creadoras, una suma infinita donde caben la arquitectura, la geografía, la historia, el modo de caminar y reír, las relaciones humanas, el sentido de pertenencia y justicia. En fin, una cultura que le revela el espíritu ante los ojos de todos.
Patria y Cultura nacional no podían nacer en los extremos, sino abrazadas al centro de la batalla por la independencia, alumbrando una el camino de la otra desde el 20 de Octubre de 1868, cuando Perucho Figueredo, ya en plena campaña redentora, escribió para los bayameses el más alto símbolo de la cubanía: el Himno Nacional, síntesis de todos los himnos, poemas, versos, canciones, obras plásticas, novelas, dramas, documentos políticos…que se crearon antes o después con vistas a iluminar y defender un espacio geográfico que creímos y creemos imperfecto y, a la vez, acogedor, irrepetible y sagrado.

Cuando el siglo XIX cerró sus puertas, quedaron los cubanos con el amargo sabor de ver la Patria incompleta, mutilada. Pero siguió creciendo nuestra cultura, nuestro sentido de identidad en medio de tantas traiciones e intervenciones, hasta llegar a la meta redentora con los barbudos rebeldes en 1959.
Al fin el himno de Perucho, el himno de todos, pudo escucharse plácidamente y el pueblo entero vio flamear en su bandera el rostro múltiple de una cultura, a la cual canallas y ladinos jamás pudieron emborronarle ni una esquina.

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jueves, 30 de septiembre de 2010

Aquí no estamos

Por Leticia Martínez Hernández

Antes de poner una palabra, aclaro: no abogo por la pulcritud en el lenguaje, por aquellas frases al estilo de señoronas impasibles con espejuelos de quita y pon. Como cualquier joven de mi edad lanzo un "escapao" cuando alguien se luce, si antes no se me ocurrió un "estás en talla" aunque a algunos les parezca desentallado. También hablo de "está muerto contigo", de "te cogió el tren", de "más perdío que Carmelina"… No me siento apta para decir un asere, pero no me parece mal cuando lo escucho, me sabe a cubanía, a cultura cubana, como escribió Miguel Barnet en estas mismas páginas.

Sin embargo, la vulgaridad crónica, extendida y hasta televisada con tres dosis a la semana y sin "agua para destrabarla" motivan unas líneas sobre Aquí estamos, la novela que en noches alternas lanza a la cara, sin ton ni son, una sociedad grosera porque sí, de paso mal actuada, sin matices, donde el término "persona normal" casi no existe, en la que ofender a la progenitora de alguien no es un parlamento prescindible, aunque después de los créditos la insistente Aurora Basnuevo vuelva a aparecer con su "¿y cómo quedo yo?".

Es que hemos pasado del no decir nada a querer retratar, mal retratar, una sociedad que, en efecto, pudiera ser vulgar, como si no bastara vivirla, o más bien sufrirla a diario en cualquier soplo de tiempo. Y no hablo de aprehendernos del estilo brasileño, donde las favelas están proscritas casi por decreto. Hablo de aprender a ser sutiles, de sugerir enojo usando algo más que "malas palabras", muchas veces pegadas al guión sin coherencia; de contar sobre muchachos como Adonis, pero mostrando mejores caminos que el de una novia también vulgar que le pide cambiar porque "es un fula", y entonces cualquiera en su lugar podría preguntarse para qué cambiar si el medio es como yo; de tomar con seriedad el poder de la televisión para fijar patrones que no tienen que ser necesariamente jóvenes pulcros, de encumbradas familias; de no esperar al último capítulo para pintar de rosa la deslucida sociedad que desde la primera entrega me aseguraron que allí estaba…

Y no creo que se trate de que Cuba no esté preparada para ver reflejada su parte fea en la pequeña pantalla, como alguien me sugirió hace algunos días. Porque entonces tendría que hacer recordar aquella durísima, y excelente, Doble juego, de Rudy Mora, la novela que a golpe de astucias, perspicacias, nos mostró una sociedad poco agradable, pero cierta. Tan creíble, que pocos dejaban de ocupar puesto cuando Polito Ibáñez comenzaba a hurgar en su guitarra.

Entonces pregunto si la fórmula para hacer una novela de actualidad (término de moda, o de prepararnos para lo que viene) resulta la sumatoria de maltratos, malos términos, vulgaridades… No es entendible que una hija lastime con palabras a una madre como si de beber agua se tratara, que se defienda el honor a golpes porque "eso no se le hace a un hombre, y no me aguantes que le voy a partir la cara en dos"; que un muchacho "vulgar" llore su amor, y alguien le diga "para qué tu formas to eso". En fin, ¿qué queremos enseñar?, sí, porque de enseñar también se trata, más allá de entretener con caras lindas, con jóvenes vestidísimos a la última moda, con escenas de sexo…

Evidentemente, algo no funciona bien en la programación dramática de la TV Cubana. Y no es cosa de encarar a guionistas, actores y realizadores, quienes inmersos en el proceso creativo tal vez no hayan ponderado el alcance y las carencias de su propuesta televisual. Se trata de exigir responsabilidades a los que aprobaron, alentaron y pusieron en el aire esa propuesta: la Redacción especializada y las instancias de dirección de la TV.

Mientras tanto, una profesora intenta que sus alumnos no le digan "oye mija"; mientras tanto siguen ocupando espacio en las agendas de trabajo las reuniones donde muchos se rompen la cabeza buscando la mejor fórmula de transmitir valores; mientras tanto una novela asegura que Aquí estamos, y me da por pensar que no estamos cuando a la puerta toca la vulgaridad, y le regalamos el chance de pasar.


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miércoles, 25 de agosto de 2010

Raúl Valdés, “Raupa” Encontrar belleza en lo destruido

Por Dainerys Machado Vento
Fotos: Antonio Pons

Si esta entrevista de Raupa llevara música de fondo tendríamos que utilizar el tema Saltando Suiza, de Harold López-Nussa. Y no solo porque el joven entrevistado fue uno de los tres creadores del video clip de ese tema, multiganador en los Premios Lucas 2009, también porque el ritmo agitado de esa composición es acaso el único capaz de acompañar el verbo audaz y medio desaliñado del entrevistado.
Raúl Valés, Raupa, es un tipo orgulloso de su trabajo. Cuando mira hacia atrás, y ve el diseño de La Jiribilla; la campaña de las últimas ediciones de la Muestra de Nuevos Realizadores; el cartel, los créditos y toda la imagen publicitaria del filme Los dioses rotos; o los spots de los festivales de Teatro de La Habana y del
Mayo Teatral, encuentra mil motivos para sentirse así.
Muchos se preguntan de dónde nació su nombre artístico, y en la simpatía de la anécdota, que tiene que ver muy poco con el diseño, también hay mucho del hombre creativo y constante que es Raupa. Pero antes de descifrar la interrogante, conozcamos qué piensa sobre la realización audiovisual y documental en Cuba, y cuál es su papel en el Festival Proposiciones, que PM Records celebrará el próximo 4 de septiembre.


-¿El diseño es arte?
-Esa es una discusión vieja, pero hace rato dejó de importarme la respuesta.
-¿Y los diseñadores son artistas o comunicadores?
-Soy diseñador, no artista de la plástica, ni escultor, pero considero el diseño como un arte porque los recursos que emplea se insertan en un lenguaje artístico amplio. Tenemos que ilustrar, dibujar, para un audiovisual por ejemplo tenemos incluso que escribir un guión, dibujar un story board, construir el mensaje usando una dramaturgia. En el caso de los carteles necesitamos ver la ubicación en el formato, resolverlo a veces a través de la ilustración, sobre todo en carteles como los del ICAIC, o de otras instituciones culturales que se dedican a hacerlos en serigrafías.
-¿Y de esos soportes cuál prefieres para crear?
-Trato de no quemarme con uno solo. Me llega mucho trabajo audiovisual, pero también me piden de vez en cuando un cartel, un logotipo. No hago sitios web porque no me gusta ese trabajo, y hasta ahora puedo decidir cuál hacer y cuál no. Cuando me llega una racha de audiovisuales me canso porque llevan mucho trabajo, proceso de animación, de construcción de la materia prima de las imágenes.
-Algunos especialistas aseguran que tu trabajo ha encontrado su espacio de legitimación en la televisión cubana. Pero, como televidente, noto un divorcio entre las tendencias más renovadoras del diseño y los espacios más habituales de la televisión nacional.
-El audiovisual no es la preferencia de todos los diseñadores egresados de la escuela de diseño (ISDI), a pesar de que hemos desarrollado mucho ese soporte en los últimos años. De todas formas los más jóvenes saben que, al comenzar a trabajar, pueden hacerlo en la televisión. En los medio hay cosas realmente malas, en cuanto a concepto e imagen, porque ¿cómo vas a hacer un spot educativo que diga que determinada conducta está mal, y que otra está bien, si entre una y otra siempre hay un montón de matices? También hay buenos materiales, de unos pocos diseñadores o de algún otro artista que decide encargarse de la imagen de un proyecto audiovisual. Pero la mayoría de los especialistas que trabajan en la televisión cubana, dentro de las paredes de la institución hacen lo mismo durante muchos años.
Como diseñador he asumido muy pocos proyectos desde el principio. En Los dioses rotos (filme de Ernesto Daranas) comencé a trabajar desde el inicio de la posproducción. Quizás no me gusta que me llamen tan temprano porque hay ideas vagando aún que no son propias, y siempre hay que tener claro que al director hay que seguirle la rima porque es su película. En ella el diseñador establece propuestas, trabaja para que el producto final se vea bien, desde el cartel, los créditos, hasta el primer sentimiento que produce el spot promocional, pero todo con la aprobación del director.
Cangamba fue el otro proyecto en que participé durante toda la posproducción. Y aunque ese fue un trabajo con otras características por la cantidad de decisores que intervinieron en su realización, el diseñador es un profesional entrenado para, con poco tiempo, hacer su trabajo. No sé hasta qué punto es bueno trabajar desde el principio de la posproducción, pero sí sé que tiene cosas muy buenas, como la posibilidad de escuchar los comentarios de los realizadores, sentir lo que ellos sienten.
-Durante le Novena Muestra de Nuevos Realizadores sabías que todos esperaban una campaña basada en la animación, sin embargo produjiste una realización diferente, con cámaras, luces, vestuarios, ¿lo hiciste para no “quemarte”, como dices que a veces te sucede, o podemos hablar de un antes y un después en tu carrera cómo diseñador?
-Parte y parte. Me considero un artista que hace lo que tiene que hacer y punto, pero había recibido comentarios sobre cómo había animado todos mis trabajos anteriores. Además tenía ganas de hacer video, de ver cómo me salía una filmación usando todos los hierros. Una, para decirle a todo el que dudara de mí que yo también puedo hacer ese tipo de trabajo y otra porque si quería filmar un proyecto ninguno mejor que la imagen de la Muestra, que en términos de diseño la hago de principio a final.
Para hacer ese tipo de trabajo por primera vez creo que lo mejor es hacerlo con toda la tecnología, en alta definición- poco común en Cuba-, con luces, actores, vestuario y maquillaje. Y también es un dato que hice ese video porque quise, toda la producción ejecutiva fue mía, o sea no me pagaron por hacer el spot, sino que yo le pagué a un equipo para hacerlo. No creo que pueda repetirlo hasta que me recupere, así que este año la campaña de la Muestra será animada, como siempre ha sido.
-¿Desde cuándo diseñas la imagen de la Muestra?
-Desde la primera hasta la quinta Muestra las hizo un diseñador llamado Pedro Juan Abreu. Un día me dijo: “Raupa asere, por qué tú no coges la Muestra, que yo me voy para España”. Gracias a ese desprendimiento a partir de la sexta Muestra trabajo la imagen del evento.
Ahora esa imagen va a cambiar, incluso ya no se va a llamar Muestra de Nuevos Realizadores, sino Muestra Joven. Va a tener otro diseño, en el cual se mantiene el ojito como identificador, pero diferente. El rediseño evolutivo es algo que nos gusta hacer a los diseñadores: rediseñar parcialmente algo que ya existe para contemporaneizar su forma. En su renovación la oficina de la Muestra habló incluso de cambiar los colores, pero no estuve de acuerdo. En la novena edición al blanco, negro y rojo, incluí durante la filmación el color gris como matiz entre el blanco y el negro, pero no como un color más, sino como apoyo por sus muchas tonalidades.
-¿Te escucharon?
-A mí y a Nelson Ponce que, sin hablar conmigo, les dio el mismo punto de vista.
-Muchos hablan de la poca representatividad hacia la que se ha inclinado la Muestra de Nuevos Realizadores, al mostrar la visión de un grupo de jóvenes con las condiciones materiales necesarias para hacer audiovisuales, y no el trabajo de todos los jóvenes con el talento-y quizás sin las condiciones materiales-para producir audiovisuales.
-Todo es progresivo, el conocimiento también. Lo mismo pasa con los Nuevos Realizadores. Hay trabajos que de verdad no tienen la calidad mínima, porque coger una cámara y filmar una secuencia no es suficiente, hay que darle un cierto valor a ese trabajo, respetar el soporte y el lenguaje. Nunca he estado en un Comité de Selección y sé que si estuviera quizás también me criticarían porque en casi todos los materiales encuentro algún interés. Pero hay que revisar que lo que compita esté bien hecho, aunque sea con dos pesos y una cámara fotográfica, porque la Muestra cumple su objetivo cuando las personas interesadas hacen sus primeros trabajos, sin tener quizás toda la tecnología, ni la producción. Lo que pido siempre es que se tenga seriedad en cuanto al proceso artístico y al cine como forma de arte.
-¿Pero hasta dónde el Jurado se deja llevar por la calidad de la imagen y no del producto?
-Cuando compite guioncito contra guioncito gana la visualidad. Pero está claro que estamos hablando de cine, que es sobre todo un buen guión y buenos actores. Y es ahí a donde debería ir la Muestra. Para uno sentirse tranquilo con lo que en ella se logra es necesario mirarla desde el siguiente punto de vista: la Muestra es un gran ejercicio, el espacio donde los jóvenes pueden ejercitarse.
-¿Crees que ha existido una evolución entre cubanas y cubanos de la recepción de los materiales animados?
-Nunca sentí a la recepción como un problema. Siempre confié en la animación como un soporte estelar para comunicar y por suerte la mayoría de las veces mi trabajo ha sido en el sector de la cultura, que entienden muy bien las nuevas tecnologías, pero también respetan el trabajo que hace un diseñador en su papel de autor, sentado delante de su computadora.
-Una vez, mientras veías jugar a Javier, tu hijo, dijiste que si de niño hubieses sido tan feliz, hoy no fueses el creador que eres. ¿Cuánto influyó tu medio en tu formación?
-Me crié en La Habana Vieja cuando nada allí era bonito. Viví solo con mi mamá entre todos los edificios viejos, los derrumbes y sus texturas. Nuca bajé mucho a la calle a jugar, y me gustaba estar sentado en la casa dibujando, a veces me aburría muchísimo y entonces igual dibujaba. Creo que si hubiese sido como mi hijo, que tiene tanta gente alrededor, tanta calidez, las cosas hubiesen sido diferentes en mi vida. Lo único que yo podía hacer era dibujar y hacía cómics, historietas, los copiaba o las fusilaba totalmente, pero esa era una manera de meterme, sin saberlo del todo, en las técnicas y formas de pensar de las personas que hacían esos guiones. Tenía un solo amigo al que le podía contar cosas, oíamos música juntos desde los seis siete años y en las visitas a su casa conocí el rock, a Les Luthier y veinte cosas más que a los niños de mi barrio no les interesaban.
-¿Apelas hoy a esas vivencias cuando vas a crear?
-Visualmente recuerdo mucho las texturas. La gente me dice que soy un poco abigarrado a la hora de poner algo en escena, porque empiezo a poner circulitos y rayitas, pero creo que es parte de todo ese mundo que viví en La Habana Vieja, donde todo estaba sucio y oscuro menos mi casa. Mi mamá me dejaba ver todo tipo de películas, cosa que no le permito a mi hijo, pero ella vivía sola conmigo y yo la acompañaba. Así que desde niño viví sentimientos un poco fuertes entre el barrio, la gente, el ambiente de La Habana Vieja donde todo es barroco, concentrado, sin espacio. Sé que al menos un tantico de todo eso está en mis creaciones, porque cuando uso un edificio no es super bonito, y casi siempre tiene tejas, ventanas rotas, desperfectos y toda la rara belleza de lo destruido.
-Háblame del Festival Proposiciones en el que estás trabajando ahora.
-Eso es candela porque ¿cuándo en esta puñetera vida a un diseñador le dan la posibilidad de formar parte de una campaña como la de Proposiciones, con un proyecto multidisciplinario, donde muchos especialistas de la comunicación, del diseño, trabajan en función de un festival?
-Pero ¿qué están haciendo?
-Estamos trabajando en función de la imagen del Festival, que por primera vez en Cuba la crearon diez personas juntas, nueve diseñadores y un compositor. Ya terminamos el video promocional que va ser la cara del Festival, donde cada diseñador trabajó con las técnicas de animación que quiso, usando como pie forzado “Por un planeta vivo”, que es el slogan del encuentro. Esta actividad, organizada por la oficina de Pablo Milanés, PM Records, es idea de Suylén Milanés y se celebrará el 4 de septiembre desde las diez de la mañana y supongo que hasta la madrugada.. El mismo día del Festival Roberto Ramos, diseñador de vestuario, impartirá un taller para niños sobre los disfraces; Rui López-Nussa, con su proyecto La Academia, hará los mismos con un taller de percusión, porque casi todas las actividades están programadas para los niños.
-¿Y por qué Raupa?
-Cuando estaba en la Universidad en pleno Período Especial, mi novia desde entonces hasta hoy, me recomendó vender algo para ayudar a mi mamá que estaba sola conmigo. Así que cogí una jaba y la llené de panes con mayonesa y dos pomos de refresco. Al principio cuando lo proponía en la Universidad las personas no me creían, hasta que se dieron cuenta que era verdad que yo era el tipo del pan. Un día se acercó un profesor y me lo prohibió, porque es verdad que eso no se puede hacer. Después del regaño estuve todavía como un mes haciéndolo, pero sin proponérselo a la gente. Mis amigos Darién Sánchez, Eduardo Sarmiento y Nelson Ponce, miembros de lo que era entonces el grupo Camaleón, me dijeron que iban a hacer como una clave y para no decirme “Raúl un pan”, me iban a decir Raupa, o Raupa 2. Camaleón estaba empezando como proyecto y hacían como una revista de la que logaron imprimir el número 0 y el 1, y cuando yo entregaba algún trabajo para la publicación no me firmaban Raúl Valdés, sino Raupa, hasta que se me quedó.


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